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Hace unos años, en una pequeña ciudad en la que el sol golpeaba fuerte y la humedad era insoportable, había un vendedor ambulante de frutas y verduras llamado José. Todos los días, desde temprano, recorría las calles de la ciudad ofreciendo sus productos y tratando de ganarse el sustento para su familia.
Un día, mientras caminaba por una de las calles principales, una mujer lo detuvo y le pidió un kilo de manzanas. José sonrió y comenzó a pesar las manzanas en su balanza, cuando de repente, la balanza se descompuso y las manzanas comenzaron a caer al suelo. La mujer comenzó a quejarse y a exigir que le diera las manzanas gratis, pero José no se dejó intimidar. Tomó las manzanas caídas, las limpió y las volvió a pesar en su balanza de repuesto. La mujer finalmente pagó y se fue con su compra.
Después de que la mujer se fue, José se tomó un momento para respirar y limpiar el sudor de su frente. Fue entonces cuando notó que un niño pequeño lo estaba observando con curiosidad. José se acercó al niño y le ofreció una manzana, pero el niño negó con la cabeza y le dijo que no tenía dinero para comprar nada.
José se sintió conmovido por la situación del niño y decidió regalarle una manzana. Fue entonces cuando el niño le mostró una pequeña pulsera hecha con hilos de colores y le dijo que se la quería regalar como agradecimiento. José aceptó la pulsera y se la puso en la muñeca con una sonrisa.
Desde ese día, José comenzó a llevar siempre la pulsera en su muñeca mientras vendía sus productos. La pulsera se convirtió en su amuleto de la buena suerte y lo inspiraba a seguir adelante en los días difíciles. Cada vez que las ventas no iban bien, él miraba la pulsera y recordaba el gesto generoso del niño.
Años después, José se retiró de su trabajo como vendedor ambulante y se dedicó a la carpintería, pero nunca se olvidó de la pulsera y de la lección que le enseñó el niño aquel día. Cada vez que miraba la pulsera, recordaba que siempre hay una razón para seguir adelante y que la bondad puede venir de los lugares más inesperados.
Así que recuerda, antes de quejarte de tu vida, piensa en la historia de José y de la pulsera. Hay gente con poco en el bolsillo, pero con un gran corazón y muchas ganas de salir adelante.
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